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506.#.#.a: Público

590.#.#.d: Cada artículo es evaluado mediante una revisión ciega única

510.0.#.a: Arts and Humanities Citation Index, Revistes Cientifiques de Ciencies Socials Humanitais (CARHUS Plus); Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (CLASE); Directory of Open Access Journals (DOAJ); European Reference Index for the Humanities (ERIH PLUS); Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (Latindex); SCOPUS, Journal Storage (JSTOR); The Philosopher’s Index, Ulrich’s Periodical Directory

561.#.#.u: https://www.filosoficas.unam.mx/

650.#.4.x: Artes y Humanidades

336.#.#.b: article

336.#.#.3: Artículo de Investigación

336.#.#.a: Artículo

351.#.#.6: https://critica.filosoficas.unam.mx/index.php/critica

351.#.#.b: Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía

351.#.#.a: Artículos

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270.1.#.p: Revistas UNAM. Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, UNAM en revistas@unam.mx

590.#.#.c: Open Journal Systems (OJS)

270.#.#.d: MX

270.1.#.d: México

590.#.#.b: Concentrador

883.#.#.u: https://revistas.unam.mx/catalogo/

883.#.#.a: Revistas UNAM

590.#.#.a: Coordinación de Difusión Cultural

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100.1.#.a: Aune, Bruce

524.#.#.a: Aune, Bruce (1971). Two Theories of Scientific Knowledge. Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía; Vol. 5 Núm. 13, 1971; 3-20. Recuperado de https://repositorio.unam.mx/contenidos/4115597

245.1.0.a: Two Theories of Scientific Knowledge

502.#.#.c: Universidad Nacional Autónoma de México

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506.1.#.a: La titularidad de los derechos patrimoniales de esta obra pertenece a las instituciones editoras. Su uso se rige por una licencia Creative Commons BY-NC-ND 4.0 Internacional, https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/legalcode.es, para un uso diferente consultar al responsable jurídico del repositorio por medio del correo electrónico alberto@filosoficas.unam.mx

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001.#.#.#: 034.oai:ojs2.132.248.184.97:article/96

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520.3.#.a: Mi propósito al discutir dos teorías distintas acerca del conocimiento científico es mostrar por qué aquélla que suele considerarse como la correcta está en realidad equivocada y por qué una teoría generalmente descartada es realmente la correcta. La alternativa que discuto en este artículo no es aquella cuyos términos podrían designarse con los nombres de “empirismo” y “racionalismo”. Asumo que cualquier teoría del conocimiento científico para ser aceptable debe adecuarse a las vagas demandas del empirismo. Llamaré a las dos teorías que aquí voy a examinar la “teoría del fundamento” y la “teoría del no fundamento”. Llamo “teoría del fundamento” a aquella que considera el conocimiento científico como una estructura organizada que descansa sobre un fundamento último de certeza básica. Se estima que dicho fundamento es necesario porque las observaciones sustanciales de una ciencia se alcanzan generalmente mediante un complicado proceso de inferencia. Tendremos que aceptar que hay algunas premisas intrínsecamente ciertas si queremos evitar caer en un lamentable regressus. Paralela a la idea de que el conocimiento debe tener un fundamento último corre la idea de que el significado científico requiere también un fundamento: el significado descriptivo o científico de una expresión debe ser definible en términos de expresiones más básicas que podrían ser llamadas “primitivas”. Comprometerse con esta doble tesis de la “teoría del fundamento” no implica comprometerse con una explicación determinada de cómo puedan identificarse esas verdades primitivas ni cómo se constituyen las unidades primitivas de significado. Tanto los empiristas como los racionalistas han aceptado la “teoría del fundamento” y sin embargo sostienen ideas radicalmente diferentes acerca del status de las verdades primitivas y de las unidades primitivas de significado. Resulta una historia ya bien conocida que los empiristas restringen las verdades científicas primitivas a aquellas que son directamente evidentes en la experiencia, y las ideas científicas primitivas a aquellas que surgen “a partir de la experiencia”. Ya desde Hume, los supuestos básicos de la tradición empirista fueron fuente permanente de problema. La noción de experiencia es de por sí ambigua, y el supuesto básico de que la verdad y el significado científico deben estar bien enraizados en la experiencia ha dado lugar a múltiples dificultades. Los empiristas clásicos interpretaban “experiencia” como “experiencia subjetiva o privada”. Sus compromisos básicos epistémicos hacían difícil evitar el solipsismo o el escepticismo radical. Para evitar este escepticismo extremo, los empiristas pasaron años tratando de desarrollar una versión plausible de fenomenalismo, el cual es una teoría que sostiene que el mundo exterior y otras personas pueden interpretarse como construcciones a partir de la experiencia inmediata. Existen muchas variaciones sobre el tema del fenomenalismo; la tentación constante ha sido admitir ciertos “postulados” en el sistema que no podrían ser validados por los rígidos principios empiristas. De esta manera se estaría violando tácitamente la idea central de la “teoría del fundamento”. En la época actual, los filósofos han tratado de encontrar un nuevo fundamento del conocimiento en lo públicamente observable. Sin embargo, este nuevo intento también encuentra dos serios problemas: el dar cuenta del conocimiento de objetos científicos no observables y de las experiencias subjetivas de otras personas. Los filósofos entonces intentan defender lo que podría llamarse un fenomenalismo de los objetos científicos y las experiencias subjetivas. En la última década, los filósofos han tratado de salvar la “teoría del fundamento” debilitando sus demandas; parecen permitir relaciones menos rígidas entre el fundamento y lo que se construye sobre él. No trato aquí de explicar los medios que se utilizan para salvar la “teoría del fundamento” porque lo que quiero argumentar es que dicha teoría debe ser abandonada antes que reformulada. Para los empiristas, las verdades fácticas primitivas deben apoyarse en algún tipo de observación o percepción. Asumamos que aquí “observación” se refiere a la observación de objetos públicos, y examinemos el caso de que sea una tercera persona la que reporta la observación de un objeto. Su observación la expresa mediante un enunciado de observación en el cual tenemos que confiar si es que hemos de aceptar que su observación nos suministra una verdad empírica. Nótese, sin embargo, que la aceptabilidad de dicho enunciado depende siempre de nuestro conocimiento de la clase de objeto observado y de nuestras presunciones con respecto a la confiabilidad del observador. Un enunciado de observación hecho por un hombre puede considerarse aceptable sólo relativamente a ciertos supuestos empíricos generales. Dichos supuestos se refieren a cuatro cosas: la naturaleza del observador, el carácter de la cosa observada, los medios peculiares de observación y las condiciones bajo las cuales se realiza la observación. Un punto importante con respecto a esto es que no todos estos supuestos pueden ser a su vez verificados directamente mediante una observación. Los filósofos que aceptan la “teoría del fundamento” tienden a menospreciar la importancia de estos supuestos, pero tácitamente los están asumiendo cuando estructuran sus teorías. El punto central de estas reflexiones es el siguiente: la aceptabilidad (y por ende, la certeza) de cualquier enunciado de observación está condicionada a la aceptabilidad y certeza de un sistema de supuestos con referencia al cual el enunciado de observación puede ser interpretado y respaldado. Dado que es obvio que no todos estos supuestos pueden ser directamente justificados en la observación, se sigue que la “teoría del fundamento” del conocimiento empírico no puede ser correcta. Una consecuencia de lo anterior es que un enunciado de observación nunca es intrínsecamente aceptable. Con respecto a la “teoría del fundamento” del significado, el corolario de estas conclusiones es que también está equivocada. Resulta inevitable a estas alturas preguntarse: ¿Cómo puede determinarse la aceptabilidad de los supuestos básicos? Mi opinión es que tales supuestos sólo pueden ser justificados por el éxito que tengamos cuando los usamos. Es necesario introducir algunas cualificaciones: No cualquier supuesto respecto al cual cualquier dato pueda acomodarse debe ser admitido. Hay que guardar tanta simplicidad como nos sea posible y apreciar el germen de verdad implícito en una teoría verificacionista del significado. Esto no quiere decir que cualquier enunciado de observación deba estar sujeto en principio a la posibilidad de refutación mediante otra observación. El llamado método hipotético-deductivo es un método general de razonamiento mediante el cual muchos enunciados empíricos pueden ser defendidos y refutados. De acuerdo con este método, un enunciado puede demostrarse aceptable por las conclusiones que nos permita derivar cuando se tome en conjunción con otros enunciados que se consideran bien establecidos. El rasgo fundamental de este método es su carácter crítico. Este método puede ser empleado para sustituir algunos supuestos básicos por otros. Según el empirismo tradicional cada hombre genera su idea del mundo a partir de una materia prima que sería su experiencia inmediata. Según el punto de vista que yo defiendo, cuando llega el momento en que el hombre es capaz de pensar está operando ya en medio de un cuerpo complejo de supuestos empíricos, la mayoría de los cuales le han sido simplemente heredados de sus ancestros. Al tratar de dar explicaciones científicas, el hombre adquiere nuevos supuestos que en algunos casos podrán mostrarse inconsistentes con los anteriores; el resultado entonces sería que en base a esto el hombre modifica su concepción del mundo. Esto puede suceder repetidas veces. En general, nuestro razonamiento científico genera de continuo nuevas concepciones acerca de nosotros mismos y del mundo. En la medida en que dichas concepciones están basadas en un razonamiento crítico podemos confiar en su estructura general. La teoría aquí expuesta acerca del conocimiento empírico es esencialmente la teoría del pragmatismo crítico asociado con el nombre de Charles Sanders Peirce.

773.1.#.t: Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía; Vol. 5 Núm. 13 (1971); 3-20

773.1.#.o: https://critica.filosoficas.unam.mx/index.php/critica

022.#.#.a: ISSN electrónico: 1870-4905; ISSN impreso: 0011-1503

310.#.#.a: Cuatrimestral

300.#.#.a: Páginas: 3-20

264.#.1.b: Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM

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No entro en nada

No entro en nada 2

Artículo

Two Theories of Scientific Knowledge

Aune, Bruce

Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM, publicado en Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía, y cosechado de Revistas UNAM

Licencia de uso

Procedencia del contenido

Cita

Aune, Bruce (1971). Two Theories of Scientific Knowledge. Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía; Vol. 5 Núm. 13, 1971; 3-20. Recuperado de https://repositorio.unam.mx/contenidos/4115597

Descripción del recurso

Autor(es)
Aune, Bruce
Tipo
Artículo de Investigación
Área del conocimiento
Artes y Humanidades
Título
Two Theories of Scientific Knowledge
Fecha
2018-10-29
Resumen
Mi propósito al discutir dos teorías distintas acerca del conocimiento científico es mostrar por qué aquélla que suele considerarse como la correcta está en realidad equivocada y por qué una teoría generalmente descartada es realmente la correcta. La alternativa que discuto en este artículo no es aquella cuyos términos podrían designarse con los nombres de “empirismo” y “racionalismo”. Asumo que cualquier teoría del conocimiento científico para ser aceptable debe adecuarse a las vagas demandas del empirismo. Llamaré a las dos teorías que aquí voy a examinar la “teoría del fundamento” y la “teoría del no fundamento”. Llamo “teoría del fundamento” a aquella que considera el conocimiento científico como una estructura organizada que descansa sobre un fundamento último de certeza básica. Se estima que dicho fundamento es necesario porque las observaciones sustanciales de una ciencia se alcanzan generalmente mediante un complicado proceso de inferencia. Tendremos que aceptar que hay algunas premisas intrínsecamente ciertas si queremos evitar caer en un lamentable regressus. Paralela a la idea de que el conocimiento debe tener un fundamento último corre la idea de que el significado científico requiere también un fundamento: el significado descriptivo o científico de una expresión debe ser definible en términos de expresiones más básicas que podrían ser llamadas “primitivas”. Comprometerse con esta doble tesis de la “teoría del fundamento” no implica comprometerse con una explicación determinada de cómo puedan identificarse esas verdades primitivas ni cómo se constituyen las unidades primitivas de significado. Tanto los empiristas como los racionalistas han aceptado la “teoría del fundamento” y sin embargo sostienen ideas radicalmente diferentes acerca del status de las verdades primitivas y de las unidades primitivas de significado. Resulta una historia ya bien conocida que los empiristas restringen las verdades científicas primitivas a aquellas que son directamente evidentes en la experiencia, y las ideas científicas primitivas a aquellas que surgen “a partir de la experiencia”. Ya desde Hume, los supuestos básicos de la tradición empirista fueron fuente permanente de problema. La noción de experiencia es de por sí ambigua, y el supuesto básico de que la verdad y el significado científico deben estar bien enraizados en la experiencia ha dado lugar a múltiples dificultades. Los empiristas clásicos interpretaban “experiencia” como “experiencia subjetiva o privada”. Sus compromisos básicos epistémicos hacían difícil evitar el solipsismo o el escepticismo radical. Para evitar este escepticismo extremo, los empiristas pasaron años tratando de desarrollar una versión plausible de fenomenalismo, el cual es una teoría que sostiene que el mundo exterior y otras personas pueden interpretarse como construcciones a partir de la experiencia inmediata. Existen muchas variaciones sobre el tema del fenomenalismo; la tentación constante ha sido admitir ciertos “postulados” en el sistema que no podrían ser validados por los rígidos principios empiristas. De esta manera se estaría violando tácitamente la idea central de la “teoría del fundamento”. En la época actual, los filósofos han tratado de encontrar un nuevo fundamento del conocimiento en lo públicamente observable. Sin embargo, este nuevo intento también encuentra dos serios problemas: el dar cuenta del conocimiento de objetos científicos no observables y de las experiencias subjetivas de otras personas. Los filósofos entonces intentan defender lo que podría llamarse un fenomenalismo de los objetos científicos y las experiencias subjetivas. En la última década, los filósofos han tratado de salvar la “teoría del fundamento” debilitando sus demandas; parecen permitir relaciones menos rígidas entre el fundamento y lo que se construye sobre él. No trato aquí de explicar los medios que se utilizan para salvar la “teoría del fundamento” porque lo que quiero argumentar es que dicha teoría debe ser abandonada antes que reformulada. Para los empiristas, las verdades fácticas primitivas deben apoyarse en algún tipo de observación o percepción. Asumamos que aquí “observación” se refiere a la observación de objetos públicos, y examinemos el caso de que sea una tercera persona la que reporta la observación de un objeto. Su observación la expresa mediante un enunciado de observación en el cual tenemos que confiar si es que hemos de aceptar que su observación nos suministra una verdad empírica. Nótese, sin embargo, que la aceptabilidad de dicho enunciado depende siempre de nuestro conocimiento de la clase de objeto observado y de nuestras presunciones con respecto a la confiabilidad del observador. Un enunciado de observación hecho por un hombre puede considerarse aceptable sólo relativamente a ciertos supuestos empíricos generales. Dichos supuestos se refieren a cuatro cosas: la naturaleza del observador, el carácter de la cosa observada, los medios peculiares de observación y las condiciones bajo las cuales se realiza la observación. Un punto importante con respecto a esto es que no todos estos supuestos pueden ser a su vez verificados directamente mediante una observación. Los filósofos que aceptan la “teoría del fundamento” tienden a menospreciar la importancia de estos supuestos, pero tácitamente los están asumiendo cuando estructuran sus teorías. El punto central de estas reflexiones es el siguiente: la aceptabilidad (y por ende, la certeza) de cualquier enunciado de observación está condicionada a la aceptabilidad y certeza de un sistema de supuestos con referencia al cual el enunciado de observación puede ser interpretado y respaldado. Dado que es obvio que no todos estos supuestos pueden ser directamente justificados en la observación, se sigue que la “teoría del fundamento” del conocimiento empírico no puede ser correcta. Una consecuencia de lo anterior es que un enunciado de observación nunca es intrínsecamente aceptable. Con respecto a la “teoría del fundamento” del significado, el corolario de estas conclusiones es que también está equivocada. Resulta inevitable a estas alturas preguntarse: ¿Cómo puede determinarse la aceptabilidad de los supuestos básicos? Mi opinión es que tales supuestos sólo pueden ser justificados por el éxito que tengamos cuando los usamos. Es necesario introducir algunas cualificaciones: No cualquier supuesto respecto al cual cualquier dato pueda acomodarse debe ser admitido. Hay que guardar tanta simplicidad como nos sea posible y apreciar el germen de verdad implícito en una teoría verificacionista del significado. Esto no quiere decir que cualquier enunciado de observación deba estar sujeto en principio a la posibilidad de refutación mediante otra observación. El llamado método hipotético-deductivo es un método general de razonamiento mediante el cual muchos enunciados empíricos pueden ser defendidos y refutados. De acuerdo con este método, un enunciado puede demostrarse aceptable por las conclusiones que nos permita derivar cuando se tome en conjunción con otros enunciados que se consideran bien establecidos. El rasgo fundamental de este método es su carácter crítico. Este método puede ser empleado para sustituir algunos supuestos básicos por otros. Según el empirismo tradicional cada hombre genera su idea del mundo a partir de una materia prima que sería su experiencia inmediata. Según el punto de vista que yo defiendo, cuando llega el momento en que el hombre es capaz de pensar está operando ya en medio de un cuerpo complejo de supuestos empíricos, la mayoría de los cuales le han sido simplemente heredados de sus ancestros. Al tratar de dar explicaciones científicas, el hombre adquiere nuevos supuestos que en algunos casos podrán mostrarse inconsistentes con los anteriores; el resultado entonces sería que en base a esto el hombre modifica su concepción del mundo. Esto puede suceder repetidas veces. En general, nuestro razonamiento científico genera de continuo nuevas concepciones acerca de nosotros mismos y del mundo. En la medida en que dichas concepciones están basadas en un razonamiento crítico podemos confiar en su estructura general. La teoría aquí expuesta acerca del conocimiento empírico es esencialmente la teoría del pragmatismo crítico asociado con el nombre de Charles Sanders Peirce.
Idioma
eng
ISSN
ISSN electrónico: 1870-4905; ISSN impreso: 0011-1503

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