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506.#.#.a: Público

590.#.#.d: Cada artículo es evaluado mediante una revisión ciega única

510.0.#.a: Arts and Humanities Citation Index, Revistes Cientifiques de Ciencies Socials Humanitais (CARHUS Plus); Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (CLASE); Directory of Open Access Journals (DOAJ); European Reference Index for the Humanities (ERIH PLUS); Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (Latindex); SCOPUS, Journal Storage (JSTOR); The Philosopher’s Index, Ulrich’s Periodical Directory

561.#.#.u: https://www.filosoficas.unam.mx/

650.#.4.x: Artes y Humanidades

336.#.#.b: article

336.#.#.3: Artículo de Investigación

336.#.#.a: Artículo

351.#.#.6: https://critica.filosoficas.unam.mx/index.php/critica

351.#.#.b: Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía

351.#.#.a: Artículos

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270.1.#.p: Revistas UNAM. Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, UNAM en revistas@unam.mx

590.#.#.c: Open Journal Systems (OJS)

270.#.#.d: MX

270.1.#.d: México

590.#.#.b: Concentrador

883.#.#.u: https://revistas.unam.mx/catalogo/

883.#.#.a: Revistas UNAM

590.#.#.a: Coordinación de Difusión Cultural

883.#.#.1: https://www.publicaciones.unam.mx/

883.#.#.q: Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial

850.#.#.a: Universidad Nacional Autónoma de México

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100.1.#.a: Passmore, John

524.#.#.a: Passmore, John (1968). Aesthetics and the Philosophy of Art. Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía; Vol. 2 Núm. 6, 1968; 47–70. Recuperado de https://repositorio.unam.mx/contenidos/4115677

245.1.0.a: Aesthetics and the Philosophy of Art

502.#.#.c: Universidad Nacional Autónoma de México

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264.#.1.c: 2018-10-26

506.1.#.a: La titularidad de los derechos patrimoniales de esta obra pertenece a las instituciones editoras. Su uso se rige por una licencia Creative Commons BY-NC-ND 4.0 Internacional, https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/legalcode.es, para un uso diferente consultar al responsable jurídico del repositorio por medio del correo electrónico alberto@filosoficas.unam.mx

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001.#.#.#: 034.oai:ojs2.132.248.184.97:article/52

041.#.7.h: eng

520.3.#.a: Se trata de exponer algunas razones para rechazar el punto de vista de que hay una disciplina llamada estética que posee su propio campo de investigación como distinto de la filosofía del arte, por un lado, y de la teoría literaria, musical o arquitectónica, por otro. Para aclarar la situación derivada de los diversos intentos de desarrollar una estética independiente, es preciso distinguir: (1) juicios que asignan predicados críticos a obras de arte o a artistas particulares: "El Rey Lear es una gran tragedia." "Stravinsky es un maestro de la orquestación." (2) juicios acerca de formas de arte específicas: "Toda gran tragedia tiene que ver con la perfidia." "La pintura capta la forma de los objetos naturales." (3) juicios acerca de las obras de arte en general: "Toda obra de arte significa un contenido a través de su forma." "Toda obra de arte tiene un comienzo, un medio y un fin." (4) juicios que asignan predicados peculiarmente filosóficos ya sea a las obras de arte ya a comentarios críticos sobre las obras de arte: "Hermoso es un predicado relacional." "Los juicios estéticos son exhortaciones disfrazadas." En adelante se considerarán distintos modos de actividad, distinguiendo la que emplea enunciados del tipo (1) como critica; la que emplea el tipo (2) como teoría crítica; la del tipo (3) como estética; y la del tipo (4) como filosofía del arte. Lo que no quiere decir que tales tipos de juicios se den separados en la práctica con todo rigor. Por ejemplo, los teóricos de la crítica defienden sus teorías haciendo juicios críticos sobre obras de arte particulares; y los que se dedican a estética no pueden evitar caer dentro de la teoría crítica y aún de la crítica misma. Y en la dirección contraria, la crítica resulta conducida dentro de la teoría crítica, aunque no tenga que acontecer así necesariamente. Lo que es más discutible es que la critica deba llegar hasta la propia estética considerada como un campo distinto. Pero para nuestros propósitos inmediatos, la distinción fundamental se da entre los primeros tres tipos de investigación —critica, teoría crítica y estética— por una parte, y la filosofía del arte por la otra. Platón y Aristóteles pueden servir como ejemplos de la diferencia entre filosofía del arte y teoría crítica. Platón fue, tal vez, el primero es discutir lo que se ha llamado "el estatus ontológico de las obras de arte", discusión filosófica que, en principio, no supone extensos conocimientos acerca de las obras de arte. Aristóteles, por otra parte, es un teórico de la literatura, aunque incluya a la música en la poesía como era costumbre entre los griegos, pero salvo algún punto ocasional, pudo haber escrito toda la Poética sin especiales conocimientos filosóficos. Se puede concluir diciendo que hay ciertas cuestiones que surgen a propósito del arte y que, por ser esencialmente filosóficas, interesan al filósofo sistemático. Estas cuestiones constituyen la filosofía del arte, no la estética. Sin embargo, el crítico, el teórico de la crítica y el investigador dedicado a la estética, no están más obligados a ocuparse de estas cuestiones que, por ejemplo, el científico dedicado a la física está obligado a sostener un punto de vista sobre el estatus ontológico de los electrones. Naturalmente, además de los problemas tratados por Platón hay muchos otros que pertenecen a la filosofía del arte. Entre otros, aquellos que surgen, ya no de la obra de arte, sino de los comentarios críticos sobre las obras de arte, por ejemplo, los que plantean las nociones de unidad, forma, contenido, creación, imaginación, verdad artística, etc. Nociones acerca de las cuales el filósofo tiene algo que decir. También tiene algo que decir acerca de las razones que se dan para apoyar la afirmación de que una obra de arte es buena o no lo es. El filósofo está particularmente interesado en el estudio de estas diferentes clases de razones. Hay fundamentos suficientes para aceptar que aquí existe una forma de inquisición que puede ser descrita propiamente como filosofía del arte, paralela a la filosofía de las matemáticas o a la filosofía de la ciencia. Ahora debemos preguntar si hay tan buenas razones para suponer que la estética es un campo de investigación igualmente fructífero. Históricamente hablando hay dos puntos de vista acerca del asunto principal de la estética, si bien no se ha visto con claridad la razón de dos concepciones tan diversas, aunque a veces se haya intentado hacerlas avanzar j untas. La primera de estas dos concepciones está relacionada con "lo bello"; la segunda, con ciertas propiedades de la obra de arte. Se ha hablado, por ejemplo, de una estética de Plotino, y efectivamente Plotino se ocupa de la belleza pero se refiere a las obras de arte de manera lateral y solamente en la medida en que pueden exhibir, algunas veces, una muy inferior especie de belleza. En este punto Plotino sigue a Platón. Es muy natural hablar de una bella mujer, de una puesta de sol muy bella y hasta de un hermoso especimen en un museo de patología. Alguna vez se ha dicho que el adjetivo se aplica particularmente a objetos visuales y hasta se ha llegado a definir lo bello como lo que da placer alojo. Por otra parte, se pueden citar algunas de las mayores obras en la historia del arte —cuadros de Goya, por ejemplo—, que ciertamente resultaría extraño describir con aquellos adjetivos. Kant define a la estética como teoría de lo bello, pero a pesar de esto admite como muestra de belleza pura solamente ciertas obras —fantasías, ornamentos, decoraciones—, que nosotros tendríamos por obras de arte inferiores. En consecuencia, es claro que si la estética tiene que ver con lo bello en el sentido ordinario de la palabra, podrá usar como ejemplos algunas obras de arte pero no tomará en ellas especial interés. Además, la estética resultaría ser una curiosa clase de investigación sí, como algunas veces se supone, redujera su objeto en total al intento de ofrecer una definición de la belleza. Sería tanto como si la biología no hiciera otra cosa que definir el ser vivo. Probablemente la estética también investigaría especies y acabaría por dedicar secciones a lo bello en la pintura, en la literatura o en los objetos naturales. En cierta medida, esto es lo que hizo Kant. De manera general, la insatisfacción frente a la estética definida como teoría de la belleza obedece a cierto número de razones: 1) Su asociación con el idealismo metafísico y su tendencia a discusiones sobre lo bello desarrolladas dentro de la más amplia falta de sentido; 2) su tendencia, por otra parte, a defender fórmulas generales que no tienen sino un interés lexicográfico, como aquella de que "lo bello es lo que nos place aunque no nos traiga ningún beneficio"; 3) el reconocimiento creciente de que no hay razones para hacer un campo de investigación acerca de lo bello. Puede sostenerse que la estética se ocupa de las obras de arte y no de la belleza en general. Osborne distingue lo que llama el sentido "descriptivo" del sentido "normativo" de lo bello. Podría decir Osborne que en los párrafos anteriores hemos empleado el término en su sentido descriptivo y estaría de acuerdo en aceptar que esto no tiene más interés que el lexicográfico. Pero añadiría que, usado en su sentido normativo, lo bello significa la excelencia característica de las obras de arte. No es muy claro por qué Osborne supone que el uso que hace del término es normativo, pero tal vez quiere decir algo como esto: hay un uso de bello en el cual se hace un juicio sobre una obra de arte que es una manera de graduarla. Pero aquí hay que considerar dos puntos: (1) Hablar de excelencia y no de excelencias parece una reliquia de la concepción de la estética como estudio de una sola propiedad. Sin embargo, hay un gran número de adjetivos diferentes que se aplican a las obras de arte como modos de juicio sobre ellas y habría que aceptar que tienen también un uso normativo. (2) A esto habrá que añadir que los juicios sobre obras de arte no siempre son favorables, lo que obligaría a considerar todavía otros adjetivos que se refieren a los defectos característicos de las obras de arte. Pero cabe preguntar: ¿hay excelencias peculiares a características de las obras de arte? El punto de vista tradicional de la estética como teoría de lo belIo lo niega, puesto que supone que ciertas excelencias son comunes a las obras de arte y a cierta clase de objetos naturales. Por otra parte, el punto de vista contrario es bastante difícil de sostener dados los desarrollos recientes en arte, en que a veces la actividad del artista se limita a encontrar el objeto y llevarlo a un museo. Ciertamente es bastante dudoso que podamos señalar alguna clase de excelencias como peculiares de la obra de arte considerada como un todo. Puede ser que aquellas excelencias que los obras de arte parecen no compartir con los objetos naturales, sean compartidas con otros objetos creados por la habilidad humana. Sin embargo, Croce y Collingwood defendieron el segundo punto de vista, para lo cual establecieron dos distinciones diferentes. La primera que clasifica las obras de arte separándolas de las obras de magia y de las de diversión, con lo cual limitan considerablemente el rango de la estética. La segunda, todavía más discutible, es una distinción ontológica entre obras de arte y objetos físicos, nada fácil de justificar cuando decimos, por ejemplo, que la catedral de San Pablo como objeto arquitectónico no es idéntica con el objeto físico que nosotros podemos visitar en Londres. Se ha llamado la atención acerca de seis puntos sobre el campo de la estética, que desde luego no son los únicos posibles pero ilustran el punto de vista del autor. La Estética (1) se relaciona con lo bello en general y con las obras de arte sólo en la medida en que a veces ejemplifican lo bello; (2) hace discriminaciones dentro de una clase general de predicados; (3) se relaciona con las excelencias y los defectos característicos de las llamadas obras de atre; (4) se relaciona con cualquier excelencia a defecto de las llamadas obras de arte; (5) se relaciona con las excelencias características de las obras de arte, pero solamente en un cierto sentido de "obras de arte"; (6) finalmente, no hay un campo de investigación estética en ninguno de los cinco sentidos acabados de señalar. El autor no pretende haber demostrado sus conclusiones, porque esta clase de negaciones son extremadamente difíciles de demostrar. Pero si aquellas son ciertas, la filosofía no tiene nada que contribuir a la estética excepto su destrucción. Aunque esta última conclusión puede ser menos alarmante de lo que parece a primera vista, porque el autor sugiere que muchas de las cuestiones apuntadas sean tratadas como filosofía del arte.

773.1.#.t: Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía; Vol. 2 Núm. 6 (1968); 47–70

773.1.#.o: https://critica.filosoficas.unam.mx/index.php/critica

022.#.#.a: ISSN electrónico: 1870-4905; ISSN impreso: 0011-1503

310.#.#.a: Cuatrimestral

300.#.#.a: Páginas: 47–70

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No entro en nada

No entro en nada 2

Artículo

Aesthetics and the Philosophy of Art

Passmore, John

Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM, publicado en Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía, y cosechado de Revistas UNAM

Licencia de uso

Procedencia del contenido

Cita

Passmore, John (1968). Aesthetics and the Philosophy of Art. Crítica. Revista Hispanoamericana de Filosofía; Vol. 2 Núm. 6, 1968; 47–70. Recuperado de https://repositorio.unam.mx/contenidos/4115677

Descripción del recurso

Autor(es)
Passmore, John
Tipo
Artículo de Investigación
Área del conocimiento
Artes y Humanidades
Título
Aesthetics and the Philosophy of Art
Fecha
2018-10-26
Resumen
Se trata de exponer algunas razones para rechazar el punto de vista de que hay una disciplina llamada estética que posee su propio campo de investigación como distinto de la filosofía del arte, por un lado, y de la teoría literaria, musical o arquitectónica, por otro. Para aclarar la situación derivada de los diversos intentos de desarrollar una estética independiente, es preciso distinguir: (1) juicios que asignan predicados críticos a obras de arte o a artistas particulares: "El Rey Lear es una gran tragedia." "Stravinsky es un maestro de la orquestación." (2) juicios acerca de formas de arte específicas: "Toda gran tragedia tiene que ver con la perfidia." "La pintura capta la forma de los objetos naturales." (3) juicios acerca de las obras de arte en general: "Toda obra de arte significa un contenido a través de su forma." "Toda obra de arte tiene un comienzo, un medio y un fin." (4) juicios que asignan predicados peculiarmente filosóficos ya sea a las obras de arte ya a comentarios críticos sobre las obras de arte: "Hermoso es un predicado relacional." "Los juicios estéticos son exhortaciones disfrazadas." En adelante se considerarán distintos modos de actividad, distinguiendo la que emplea enunciados del tipo (1) como critica; la que emplea el tipo (2) como teoría crítica; la del tipo (3) como estética; y la del tipo (4) como filosofía del arte. Lo que no quiere decir que tales tipos de juicios se den separados en la práctica con todo rigor. Por ejemplo, los teóricos de la crítica defienden sus teorías haciendo juicios críticos sobre obras de arte particulares; y los que se dedican a estética no pueden evitar caer dentro de la teoría crítica y aún de la crítica misma. Y en la dirección contraria, la crítica resulta conducida dentro de la teoría crítica, aunque no tenga que acontecer así necesariamente. Lo que es más discutible es que la critica deba llegar hasta la propia estética considerada como un campo distinto. Pero para nuestros propósitos inmediatos, la distinción fundamental se da entre los primeros tres tipos de investigación —critica, teoría crítica y estética— por una parte, y la filosofía del arte por la otra. Platón y Aristóteles pueden servir como ejemplos de la diferencia entre filosofía del arte y teoría crítica. Platón fue, tal vez, el primero es discutir lo que se ha llamado "el estatus ontológico de las obras de arte", discusión filosófica que, en principio, no supone extensos conocimientos acerca de las obras de arte. Aristóteles, por otra parte, es un teórico de la literatura, aunque incluya a la música en la poesía como era costumbre entre los griegos, pero salvo algún punto ocasional, pudo haber escrito toda la Poética sin especiales conocimientos filosóficos. Se puede concluir diciendo que hay ciertas cuestiones que surgen a propósito del arte y que, por ser esencialmente filosóficas, interesan al filósofo sistemático. Estas cuestiones constituyen la filosofía del arte, no la estética. Sin embargo, el crítico, el teórico de la crítica y el investigador dedicado a la estética, no están más obligados a ocuparse de estas cuestiones que, por ejemplo, el científico dedicado a la física está obligado a sostener un punto de vista sobre el estatus ontológico de los electrones. Naturalmente, además de los problemas tratados por Platón hay muchos otros que pertenecen a la filosofía del arte. Entre otros, aquellos que surgen, ya no de la obra de arte, sino de los comentarios críticos sobre las obras de arte, por ejemplo, los que plantean las nociones de unidad, forma, contenido, creación, imaginación, verdad artística, etc. Nociones acerca de las cuales el filósofo tiene algo que decir. También tiene algo que decir acerca de las razones que se dan para apoyar la afirmación de que una obra de arte es buena o no lo es. El filósofo está particularmente interesado en el estudio de estas diferentes clases de razones. Hay fundamentos suficientes para aceptar que aquí existe una forma de inquisición que puede ser descrita propiamente como filosofía del arte, paralela a la filosofía de las matemáticas o a la filosofía de la ciencia. Ahora debemos preguntar si hay tan buenas razones para suponer que la estética es un campo de investigación igualmente fructífero. Históricamente hablando hay dos puntos de vista acerca del asunto principal de la estética, si bien no se ha visto con claridad la razón de dos concepciones tan diversas, aunque a veces se haya intentado hacerlas avanzar j untas. La primera de estas dos concepciones está relacionada con "lo bello"; la segunda, con ciertas propiedades de la obra de arte. Se ha hablado, por ejemplo, de una estética de Plotino, y efectivamente Plotino se ocupa de la belleza pero se refiere a las obras de arte de manera lateral y solamente en la medida en que pueden exhibir, algunas veces, una muy inferior especie de belleza. En este punto Plotino sigue a Platón. Es muy natural hablar de una bella mujer, de una puesta de sol muy bella y hasta de un hermoso especimen en un museo de patología. Alguna vez se ha dicho que el adjetivo se aplica particularmente a objetos visuales y hasta se ha llegado a definir lo bello como lo que da placer alojo. Por otra parte, se pueden citar algunas de las mayores obras en la historia del arte —cuadros de Goya, por ejemplo—, que ciertamente resultaría extraño describir con aquellos adjetivos. Kant define a la estética como teoría de lo bello, pero a pesar de esto admite como muestra de belleza pura solamente ciertas obras —fantasías, ornamentos, decoraciones—, que nosotros tendríamos por obras de arte inferiores. En consecuencia, es claro que si la estética tiene que ver con lo bello en el sentido ordinario de la palabra, podrá usar como ejemplos algunas obras de arte pero no tomará en ellas especial interés. Además, la estética resultaría ser una curiosa clase de investigación sí, como algunas veces se supone, redujera su objeto en total al intento de ofrecer una definición de la belleza. Sería tanto como si la biología no hiciera otra cosa que definir el ser vivo. Probablemente la estética también investigaría especies y acabaría por dedicar secciones a lo bello en la pintura, en la literatura o en los objetos naturales. En cierta medida, esto es lo que hizo Kant. De manera general, la insatisfacción frente a la estética definida como teoría de la belleza obedece a cierto número de razones: 1) Su asociación con el idealismo metafísico y su tendencia a discusiones sobre lo bello desarrolladas dentro de la más amplia falta de sentido; 2) su tendencia, por otra parte, a defender fórmulas generales que no tienen sino un interés lexicográfico, como aquella de que "lo bello es lo que nos place aunque no nos traiga ningún beneficio"; 3) el reconocimiento creciente de que no hay razones para hacer un campo de investigación acerca de lo bello. Puede sostenerse que la estética se ocupa de las obras de arte y no de la belleza en general. Osborne distingue lo que llama el sentido "descriptivo" del sentido "normativo" de lo bello. Podría decir Osborne que en los párrafos anteriores hemos empleado el término en su sentido descriptivo y estaría de acuerdo en aceptar que esto no tiene más interés que el lexicográfico. Pero añadiría que, usado en su sentido normativo, lo bello significa la excelencia característica de las obras de arte. No es muy claro por qué Osborne supone que el uso que hace del término es normativo, pero tal vez quiere decir algo como esto: hay un uso de bello en el cual se hace un juicio sobre una obra de arte que es una manera de graduarla. Pero aquí hay que considerar dos puntos: (1) Hablar de excelencia y no de excelencias parece una reliquia de la concepción de la estética como estudio de una sola propiedad. Sin embargo, hay un gran número de adjetivos diferentes que se aplican a las obras de arte como modos de juicio sobre ellas y habría que aceptar que tienen también un uso normativo. (2) A esto habrá que añadir que los juicios sobre obras de arte no siempre son favorables, lo que obligaría a considerar todavía otros adjetivos que se refieren a los defectos característicos de las obras de arte. 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La Estética (1) se relaciona con lo bello en general y con las obras de arte sólo en la medida en que a veces ejemplifican lo bello; (2) hace discriminaciones dentro de una clase general de predicados; (3) se relaciona con las excelencias y los defectos característicos de las llamadas obras de atre; (4) se relaciona con cualquier excelencia a defecto de las llamadas obras de arte; (5) se relaciona con las excelencias características de las obras de arte, pero solamente en un cierto sentido de "obras de arte"; (6) finalmente, no hay un campo de investigación estética en ninguno de los cinco sentidos acabados de señalar. El autor no pretende haber demostrado sus conclusiones, porque esta clase de negaciones son extremadamente difíciles de demostrar. Pero si aquellas son ciertas, la filosofía no tiene nada que contribuir a la estética excepto su destrucción. Aunque esta última conclusión puede ser menos alarmante de lo que parece a primera vista, porque el autor sugiere que muchas de las cuestiones apuntadas sean tratadas como filosofía del arte.
Idioma
eng
ISSN
ISSN electrónico: 1870-4905; ISSN impreso: 0011-1503

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